Mariluz Zornoza Psicóloga

HIPERCONECTADOS

En la era de la hiperconectividad vivimos un auge de la presencia de oradores motivacionales que nos enseñan cómo ser felices, eficientes,  espirituales, sanos, fuertes, seguros, alegres, bellos. Tenemos la opción de realizar infinidad de másteres repletos de interesantes contenidos sobre todo tipo de cuestiones imprescindibles para completar nuestros currículums, cursos varios de perfeccionamiento de habilidades, materias, de actividades de ocio etc.

Asistimos al permanente encuentro a dos en las redes sociales de todo tipo de “expertos” dispuestos a compartir su sabiduría y a mostrar sus excelentes relaciones, puesto que al fin se trata de darse visibilidad mutuamente.

Vivimos la era de los likes, los emojis, los comentarios a perfectos desconocidos que por su permanente presencia en las redes se han convertido en nuestros fieles amigos.

Escuchamos constantemente podcasts sobre belleza, actitud, forma física, nutrición, salud, en una permanente lucha contra el envejecimiento y en una necesidad de conocer los últimos avances para hacernos con la pócima de la eterna juventud.

Contestamos comentarios, emails, WhatsApp veinticuatro horas al día con eficiencia y responsabilidad. Admiramos los ritmos danzarines en Tik Tok. Refrescamos nuestro LinkedIn con contenido de marca personal que nos coloque en primera línea. Fotografiamos y compartimos lo que hacemos, comemos, compramos, disfrutamos para compartirlo en nuestras redes sociales Instagram, Facebook, X.

Incorporamos nuevo vocabulario la mayoría de las veces plagado de anglicismos: Feed, unboxing, house tour, crush, haul, outfit…

 Permanecemos horas pegados a pantallas admirando las vidas ficticias de perfectos desconocidos que muestran de forma más cuidada en ocasiones y menos en otras, las intimidades de sus hogares, de sus familias, de sus hijos.

Y mientras vivimos inmersos en esta vorágine, apenas tenemos tiempo de parar, mirar en nuestro interior, valorar a quienes comparten nuestras vidas, nos cuidan, soportan y dan cariño. Nos cuesta encontrar tiempo para la conversación calmada con nuestros hijos, pareja, amigos, para poder soñar, planificar, repensar. Y es que realmente no tenemos tiempo…

Y mientras tanto y de forma lenta e inconsciente se va apoderando de nosotros un sentimiento de incapacidad, de no estar suficientemente preparados, de no poder sumar suficientemente, de no estar a la altura.

¡Es tanta la “sabiduría” que nos rodea!

Y no está nada mal nutrirse y aprender, mejorar nuestros aprendizajes, competencias, habilidades a paso lento y seguro. De manos de aquellos que verdaderamente saben, bien formados, dispuestos a compartir y mejorar el mundo, trasmitir valores, despertar un espíritu creativo, un juicio crítico.

Te planteo algunas cuestiones para la reflexión:

  • ¿Sabes de quien te nutres?
  • ¿A qué fuentes acudes?
  • ¿Crees que la mayoría de las veces pierdes o aprovechas tu tiempo?
  • ¿Todo vale?
  • ¿Cuánto tiempo les dedicas diariamente, semanalmente?
  • ¿Te empuja a mejorar o a seguir hacia adelante?
  • ¿Te permite identificar tus creencias limitantes?
  • ¿Te quita horas de sueño, de conversación, de estar con los tuyos?
  • ¿Sabes dosificarlo?
  • ¿Te genera ansiedad?

En lugar de dejar que las redes sociales nos roben la vida, aprendamos a utilizarlas como herramientas para enriquecer nuestras experiencias y conectar con el mundo real, sin perder de vista lo que realmente importa.

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