Vivir la muerte de un ser querido es probablemente una de las experiencias más difíciles y estresantes que ha de afrontar el ser humano.
La experiencia es única y distinta para cada persona y diferentes factores como la manera de fallecer, la naturaleza del apego, las redes de apoyo social y los recursos personales influirán enormemente en el desarrollo del mismo.
Es evidente, que dadas las circunstancias que estamos viviendo va a resultar muy necesario un acompañamiento emocional que guíe y oriente en este difícil y largo camino que muchas personas van a tener que transitar; de esta forma se podrá producir una adecuada resolución de la pérdida y contribuir a un adecuado crecimiento personal.
Hay cuatro fases secuenciales en la experiencia de duelo:
- Experimentar pena y dolor.
- Sentir miedo, ira, culpabilidad y resentimiento.
- Experimentar apatía, tristeza y desinterés.
- Reaparición de la esperanza y reconducción de la vida.
Por otra parte, se pueden presentar una gama amplia de manifestaciones normales:
- Físicas: pérdida de apetito, alteraciones del sueño, pérdida de energía y agotamiento y diversas quejas somáticas.
- Conductuales: agitación, llanto, cansancio y aislamiento.
- Cognitivas: pensamientos obsesivos acerca del fallecido, baja autoestima.
- Autorreproches: sensación de indefensión, desesperanza, sensación de irrealidad y problemas con la memoria y la concentración.
- Afectivas: tristeza, desesperación, ansiedad, culpa, enfado y hostilidad, incapacidad para disfrutar de las cosas agradables y sentir placer, soledad.
El apoyo más importante que una persona puede recibir después de sufrir una pérdida proviene de las personas más cercanas, amigos y familiares, pero en caso de dificultades para superar la pérdida, puede ser útil el apoyo terapéutico, ya que puede resultar dificultoso acompañar en el dolor.
El periodo de duelo permite a la persona superar la pérdida, vivir sin la persona fallecida e independizarse emocionalmente de ella, tomar decisiones por sí mismo, establecer nuevas relaciones, siendo capaz de superar los momentos más críticos como celebraciones familiares, cumpleaños o fechas significativas.
Las estrategias de apoyo psicológico buscan ayudar a la persona a superar este proceso, haciendo posible la ventilación emocional, vivir el proceso de forma consciente y permitirle ir superando las diferentes etapas, evitando la aparición de comportamientos patológicos.
“En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL; es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (duele el dolor de los otros), y espiritual (duele el alma)”.
“En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida en su conjunto duele”.
J. Montoya
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